

La Peregrinación del Ángel narra el viaje de dos amigos que, motivados por un proyecto académico, se adentran en la investigación de un supuesto caso de posesión satánica. Lo que al principio parece un estudio meticuloso de fenómenos paranormales termina por sumergirlos en una experiencia espiritual y emocional que los transforma. La lógica cede ante el misterio, y la verdad, lejos de esclarecerse, se vuelve un espejo quebrado donde cada fragmento revela un nuevo desconcierto.
La novela desliza su inquietud no solo a través de los hechos, sino de una atmósfera cargada de tensión estética. El tono juvenil no impide que el relato se mueva con una madurez poética que desafía al lector. La prosa fluye con ligereza, pero está sembrada de imágenes que inquietan, y de silencios que susurran verdades que tal vez preferiríamos no conocer.
Hidrobo propone una obra que no solo narra una historia de miedo, sino que construye un juego oscuro entre quien escribe y quien lee. La estructura parece imitar el propio descenso a lo desconocido: un camino que se bifurca entre símbolos, ecos religiosos y filosóficos, donde el lector es, sin saberlo, parte del conjuro. La experiencia lectora se convierte entonces en una travesía que descoloca y desafía.
Al final, La Peregrinación del Ángel no busca tanto asustar como insinuar que el verdadero horror no proviene de lo demoníaco, sino de la fragilidad con la que sostenemos nuestras certezas. Es una invitación a contemplar nuestros propios abismos a través de una historia que se desliza entre lo real y lo simbólico, como un ángel caído que aún recuerda la luz.